
Grupo musical Francisco, el hombre. Foto: Jornalperiscopio.com.
Las doce, pero no importa. Tantas veces has llegado a cruzar el medio día sin salir a la calle que ya es costumbre perderse la mañana. Afuera es igual, hay un calor insoportable y cientos de personas aburridas de amanecer en ese fuego que los especialistas llaman verano.
Has pensado que tendrían que cambiar los horarios de reproducción de la vida cuando llega junio, que las consultas en los hospitales debieran abrir en la noche, al igual que las escuelas y los centros de trabajo; que el Sol no tenga hombros para quemar, ni cabezas para hacer doler.
Sin embargo, eres afortunado porque decides tus tiempos para salir, con esa confianza tibia, a comprar cualquier pedacito de oro. Es sorprendente cómo te entregan sortijas de matrimonios cancelados, reliquias de familias o fragmentos de lo que supones fueron pendientes y cadenas.
El futuro está lleno de presente, le dices a tu perro antes de salir a buscar cada vez, sabes que el día en que dejes de encontrar será para siempre.
Tu confianza dejará de ser tibia cuando descubras que ella es en blanco y negro como la felicidad, o confías o no. En algún recorrido entenderás que siempre has elegido creer y que tu rutina está llena de mecanismos para eso.
Pregonas tu deseo y es como una invitación a explorar en lo valioso que esconde cada cual, sugieres un intercambio justo y los otros siempre aceptan.
Ellos no saben por qué compras, nadie imagina tu obsesión por conservar lo insignificante y bello, tu casa es un museo de historias de otros y a partir de ellas construyes la propia. Eres un guardián, un recolector de regalos antiguos.
Puedes ser cualquiera que ame y funde, incluso sobre lo roto, pero tu método no te hace amanecer en la calle porque el verano te caería sobre la frente. Llegará la mañana en que solo pienses en recolectar, y en la vida que es demasiado corta como para estar desperdiciando estaciones.
Si ya sabes escudriñar, amanece con los ojos abiertos; si tienes las manos y la garganta, despierta el corazón, que no sea un ritmo liviano y monótono acostumbrado a obedecer al cansancio. Si la pasión es el relámpago del diluvio, no esperas pasar las doce, y llueve.
*El título hace referencia a una canción de Francisco, el hombre, grupo musical residente en Brasil, cuyo nombre hace un giño a un personaje del libro Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. El grupo debutó en el año 2016, sus canciones defienden la identidad latinoamericana, la justicia y las luchas de los seres humanos por su emancipación.
Más historias
Cubadebate
Cubadebate
Cubadebate